
Yo era una niña pequeña que quería sentir la
agradable -y casi olvidada- sensación de volver a tragar. Y gritando como una
loca, bebía y bebía de un arroyo. El agua estaba muy fresquita. ¡Qué placer
daba cuando pasaba por la garganta!
Luego me fui a un kiosco cercano; y me pedí todo tipo de
refrescos, granizados, helados y todas las cosas frías que había por allí. ¡Qué
placer sentía al bajar por mi garganta todo tan fresquito!
Cuando llegó el momento de pagar yo no tenía dinero
suficiente e insistía dónde tenían que ir a cobrar, porque mis padres les iban
a pagar. Pero los del kiosco me decían que jamás habían visto a nadie que con
tanto placer tomara todo; y no como una glotona, ”que es lo propio de la edad”,
decían, y decidieron invitarme.
Cuando me despedí de ellos, les di las gracias por
hacerme recordar todo aquel festival de sabores tan fantásticos y aquellas
sensaciones tan maravillosas y magníficas. Ellos no podían entender porqué
decía eso, pero les impresiono que yo hablara de esa forma. Al despedirnos,
quedamos como grandes amigos y me dijeron que siempre que fuera por allí,
pasara a verlos.
Cuando me desperté, que fue como siempre al final de la
sesión de Reiki, volví a tener otra vez esta saliva espesa y gomosa que se me
queda pegada en la garganta. Pero ¡qué feliz fui recordando todas aquellas
sensaciones maravillosas y fantásticas que ya casi tengo olvidadas!
Cuento seleccionado del blog Adelamicro que junta textos de enfermos de Ela (Esclerosis Lateral Amiotròfica). Para participar de la selecciòn reservada a los afectados por la Ela ver la convocatoria.
Cuento seleccionado del blog Adelamicro que junta textos de enfermos de Ela (Esclerosis Lateral Amiotròfica). Para participar de la selecciòn reservada a los afectados por la Ela ver la convocatoria.
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